Tenemos en nuestro país una problemática de la que se está hablando mucho en los últimos días. Se trata del excedente de embriones y gametos congelados que presentan algunos bancos de clínicas de Reproducción Asistida. Estamos hablando de unos 60.000 embriones o gametos criopreservados acumulados a los que no se les puede dar destino.
¿Por qué se está dando este problema de embriones acumulados?
“Se trata de embriones que se han almacenado durante años. A pesar de que en la actualidad intentamos generar el menor número de embriones por paciente o pareja, en ocasiones es inevitable la criopreservación. Esta se da por la política que tenemos en IVI de transferir un solo embrión y dadas las excelentes tasas de gestación que albergamos. En nuestro caso concreto, en IVI hemos conseguido reducir de forma notable los casos de embriones desatendidos. Actualmente la cifra se sitúa tan solo en un 7%. A esto ha contribuido en gran parte nuestra Unidad especializada en Criogestión. Nació con el objetivo de analizar y optimizar los procesos, brindando el mejor trato a los embriones. Además, manteniendo un contacto constante con los pacientes, para asesorarles y acompañarles en el uso que decidan dar a sus embriones sobrantes”, explica el doctor Antonio Requena, Director Médico de IVI.
¿Qué dice la ley sobre los embriones y gametos congelados?
La ley actual contempla tres supuestos para los casos en que una mujer o pareja no va a utilizar sus embriones criopreservados. El primero es donarlos a otras parejas, para fines reproductivos. El segundo, donarlos para proyectos de investigación, y el tercero sería destruirlos. El problema aparece cuando no se puede contactar con los pacientes, provocando la acumulación de embriones crioconservados. Sin su consentimiento previo desde las clínicas no podemos donarlos a otros pacientes o a la investigación. Por supuesto, tampoco podemos destruirlos sin más, dado que hay algunas dudas legales y éticas al respecto.
Además, en aquellos casos en los que los pacientes sí quieren decidir el destino de sus embriones, hay que sumarle el hecho de que los tres supuestos antes mencionados llevan asociados una serie de condicionantes que complican el tomar la decisión.
“En el caso de querer donar a otras parejas los embriones, estos deben contar con determinadas pruebas que garanticen su viabilidad. Si se opta por donarlos a la investigación, debe haber un proyecto concreto para dichos embriones. En este sentido, lo cierto es que actualmente hay pocas líneas de investigación en España, con lo que se reducen las posibilidades de usar estos embriones para tal fin. Y si se decide destruirlos, una opción preferente para muchas mujeres que ya han cumplido su deseo de ser madres, esto solo se puede hacer si se cuenta con dos informes médicos independientes que determinen que la paciente no es apta para someterse a un tratamiento de reproducción asistida o si ya supera la edad de 50 años. Esto es así porque se trata del límite ético que se acordó entre las clínicas reproductivas en España, como máximo para que una mujer pueda realizarse un tratamiento de reproducción asistida. Estas premisas tan concretas hacen complicada la toma de decisiones para muchas mujeres y parejas, lo cual deriva en esta acumulación de embriones”, añade el Dr. Requena.
Ante este escenario, ¿Qué soluciones hay?
Es paradójico el hecho de que, mientras una mujer es la única responsable de su gestación durante las primeras 14 semanas, no puede decidir de forma individual sobre el destino de sus embriones criopreservados.
“Ante este escenario, quizá sería necesario plantear una revisión de la ley de reproducción asistida en referencia a esta problemática. Esto, junto a una política clara de concienciación acerca de los embriones a generar por tratamiento, en función de cada caso. Tanto por parte de los especialistas en medicina reproductiva, como de los propios pacientes. Con esto se evitaría la acumulación y la caída en un limbo legal y ético como en el que hoy nos hallamos”, concluye el Dr. Requena.
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