Ser mamá marca un punto de inflexión en la vida. Es una elección de no retorno. Es precisamente esta condición de irreversibilidad la que hace que sea una decisión muy importante que da algo de vértigo. En una situación así, las preguntas se agolpan en la cabeza: ¿seré buena madre?, ¿estoy preparada?… y un largo etcétera de dudas. Cuando se quiere ser mamá y mami, las dudas crecen aún más. Pero de la misma manera, después, las satisfacciones también llegan aumentadas.
100% amor, 100% felicidad
Los hijos de mamá y mami tienen un desarrollo adecuado y normal. La Dra. Nanette Gartrell del departamento de Medicina de la Universidad de Harvard, condujo un estudio durante 25 años para conocer el desarrollo psicológico de los niños de mamá y mami. Los resultados desvelaron que el desarrollo social, psicológico, intelectual, personal y emocional eran perfectamente sanos y normales. Según arrojan los datos de un estudio desarrollado por la Universidad de Copenhague, solo el 2% de los hijos de madres lesbianas necesitan ir a terapia.
Por otro lado, presentan un mayor grado de empatía y menor de agresividad. Todo esto se relaciona con el tipo de educación recibida (normalmente sustentada en la aceptación y la tolerancia) y con la personalidad de las madres (a menudo, se trata de mujeres seguras, pues han tenido que aceptarse a sí mismas en una sociedad en la que se encontraban “fuera de lo establecido”).
Grandes decisiones para sueños increíbles
Ser mamá y mami es una decisión muy meditada. Tal y como apunta el estudio “The national lesbian family study”, las parejas homosexuales tienden a plantearse este paso de una manera muy profunda. Esto hace que, por un lado, estén más convencidas de su decisión y; por otro, que se encuentren en una situación estable (económica y psicológicamente) en el momento de dar el gran paso. Todo esto sucede debido a que, al ser una decisión valorada a conciencia, se espera al momento idóneo. Por este motivo, la vitrificación de óvulos es una opción muy extendida entre parejas de mujeres, debido a que esta práctica permite mantener los óvulos en perfectas condiciones para el momento de dar el paso, preservando así la fertilidad.
Además, según Inés Aristegui, en su estudio “Funcionamiento Emocional y Adaptación Psicológica de los Hijos de Parejas del Mismo Sexo”, la media de edad para ser mamá y mami es ligeramente superior a la de las parejas heterosexuales, motivo por el cual se trata de madres más maduras y con las ideas más claras.
Más tolerancia, menos prejuicios
Los hijos de mamá y mami suelen ser mucho más tolerantes. El respeto y la diversidad forman los cimientos de su educación. Se muestran mucho más abiertos y libres. Además, la única repercusión de la orientación sexual de los padres en la de los hijos es que, cuando hay mamá y mami, los niños tienen más claro cuál es la suya.
Todo esto es corroborado por el estudio sobre la familia homoparental desarrollado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y la Universidad de Sevilla, en el que, una vez más, se confirma que no hay diferencias entre los hijos de familias heteroparentales y los de homoparentales. Aunque es cierto que los hijos de familias homoparentales son más igualitarios en los roles de género y son sexualmente más libres, es decir, son mucho más tolerantes con la orientación sexual propia y de los demás.
Sin etiquetas
A menudo, en las parejas heterosexuales, la sociedad atribuye unos roles al hombre y otros a la mujer. Este “etiquetado” no existe cuando hay dos mamás. Las tareas se reparten de forma igualitaria y, consecuentemente, los niños tienen unas ideas y principios mucho más tolerantes y paritarios.
Mientras que, tradicionalmente, en las parejas heterosexuales, el cuidado de los hijos y el hogar recae sobre la mujer en mayor medida; cuando hay mamá y mami, estas actividades se dividen de forma igualitaria. Los niños aprenden que las tareas no están ligadas con el sexo.
Todos los modelos de familia son igualmente adecuados y aceptables. Ser mamá y mami o un papá y una mamá no determina la calidad de la educación ni la felicidad de la familia. Es la propia personalidad de los progenitores la que lo determina. El amor y la familia no entienden de sexos.
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