En los últimos tiempos se ha empezado a escuchar un concepto que ha despertado la alarma social en nuestro país: El invierno demográfico.
Este fenómeno, por consiguiente, tiene implicaciones profundas para la economía, el mercado laboral, las políticas públicas y, en general, para el bienestar social. Pero, ¿qué significa realmente el invierno demográfico y cómo está afectando a los países más desarrollados?
El «invierno demográfico» hace referencia a una disminución sostenida y significativa en la tasa de natalidad de una población, acompañada de un envejecimiento de la misma. En otras palabras, es una tendencia en la que nacen menos niños mientras que la proporción de personas mayores aumenta considerablemente, creando un desequilibrio en la estructura poblacional; una realidad y un cambio en la tendencia social al que nos enfrentamos y que pone en peligro la pirámide poblacional.
Así, según el último informe presentado recientemente por la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) en colaboración con el Ministerio de Sanidad, en 2022 nacieron poco más de 39.500 bebés, un millar menos que el año anterior. Esta cifra contrasta con el creciente número de bebés nacidos con la ayuda de la medicina reproductiva, que alcanza ya el 12%, el mayor porcentaje registrado hasta la fecha. “Somos conscientes de la drástica caída de la natalidad que estamos experimentando en los últimos años, así como de la realidad social que mueve a las mujeres y parejas a postergar el momento de formar una familia. La medicina reproductiva se ha convertido vital no solo para los sueños de quienes desear formar una familia sino para la estabilidad demográfica del país”, comenta Nicolás Naranjo, CEO de IVI RMA para la región de Iberia y Latinoamérica.
Causas del Invierno Demográfico
Hay varias razones por las que muchos países enfrentan este fenómeno. Entre las más destacadas están:
- Cambios en los valores sociales: A medida que las sociedades se han modernizado, las prioridades de las personas han cambiado. Muchas mujeres y hombres prefieren centrarse en sus carreras, estudios y en un estilo de vida más independiente antes de tener hijos, si es que deciden tenerlos en algún momento. En este sentido, quizá el factor más influyente en esta caída de la natalidad podría apuntar hacia el creciente retraso en la edad media de las mujeres para tener su primer hijo, que actualmente la SEF sitúa en los 32,6 años. Según los expertos, la natalidad española no solo está en mínimos, sino que tenderá a seguir cayendo en los próximos años.
- Inseguridad económica: En muchos países, la situación económica es una de las principales barreras para formar una familia. El coste de la vivienda, la educación y el cuidado infantil ha aumentado de manera desproporcionada en comparación con los ingresos medios, lo que hace que muchas parejas pospongan o incluso descarten la idea de tener hijos.
- Mayor acceso a métodos anticonceptivos: Aunque esto ha sido un avance para la autonomía reproductiva de las mujeres, también ha contribuido a una disminución de las tasas de natalidad. Muchas personas ahora tienen el control total sobre sus decisiones reproductivas, lo que, si bien es positivo desde una perspectiva de derechos humanos, también ha llevado a una menor cantidad de nacimientos.
- Envejecimiento de la población: La mejora de la medicina y el acceso a la salud han provocado un aumento en la esperanza de vida. Si bien esto es una victoria para la humanidad, también significa que hay más personas mayores que dependen de los servicios sociales y de salud, lo que crea una presión económica y social en las generaciones más jóvenes.
A tenor de todo lo anterior, la nueva foto social de más longevidad y menos nacimientos afecta directamente a la presión del mercado laboral, la sostenibilidad del sistema de pensiones, crecimiento económico y fiscal o prestaciones sociales.
Cómo hemos llegado a esta situación y posibles soluciones
Aunque el invierno demográfico plantea una serie de desafíos, hay posibles soluciones y estrategias que los gobiernos y las sociedades pueden adoptar para mitigar sus efectos.
Conscientes de esta realidad, desde IVI hemos realizado una encuesta que apunta hacia la falta de estabilidad económica o laboral (60%) y la priorización de otros ámbitos de sus vidas (30%) como motivos principales a los que los encuestados señalan como causa principal del retraso de la maternidad.
En este punto, ¿es posible revertir la curva del invierno demográfico?
Estos mismos encuestados destacan como posibles soluciones, además de la conciliación y estabilidad económica, la necesidad de una mayor concienciación sobre la infertilidad (60%) o la colaboración público-privada en medicina reproductiva (36%).
“La realidad es aplastante: La natalidad cae, la sociedad evoluciona y exige adaptaciones. Creemos que a nivel social y político los esfuerzos serán más efectivos en tres áreas. (1) reforzar la educación sobre la pérdida de fertilidad a través de la atención primaria (2) Fomentando la preservación de óvulos (3) Hablando abiertamente de la reproducción asistida para ayudar a des estigmatizar el buscar ayuda, de la misma manera que se viene logrando en salud mental”, concluye Naranjo.
El invierno demográfico es un fenómeno que está redefiniendo el futuro de muchas sociedades, con implicaciones que van más allá de las simples cifras de población. Si bien es un desafío significativo, también representa una oportunidad para repensar las políticas públicas y las estructuras sociales de manera que puedan adaptarse a esta nueva realidad.
En última instancia, la clave será crear un equilibrio entre la sostenibilidad económica y la justicia social, asegurando que las generaciones futuras puedan vivir en un entorno próspero y solidario. El invierno demográfico es una advertencia de que debemos adaptarnos a los cambios del mundo moderno, pero también de que aún hay tiempo para hacer ajustes que beneficien a toda la sociedad.
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