Hoy es el Día Mundial de la Infertilidad, por lo que queremos compartir con vosotr@s una historia muy especial:
Elena, una valenciana de 39 años, es profesora en un colegio público. Hace 4 años, y después de mucho tiempo intentando conseguir plaza fija, logró hacerse un hueco como profesora de matemáticas en un colegio público de su ciudad.
“Fueron muchos años de estudio, oposiciones, tropezones y vuelta a empezar… Y cuando ya casi no me quedaba esperanza, llegó mi oportunidad. En ese momento, necesitaba priorizar mi trayectoria laboral, y aunque mi marido y yo llevábamos un tiempo planteándonos ser padres, decidimos postergar esta decisión a medio-largo plazo”, explica Elena.
A los 35 años todo se ve diferente. La fertilidad parece perfilarse casi eterna y las mujeres creen que tienen margen suficiente para cumplir sus deseos reproductivos. Lo que muchas de ellas desconocen es que a partir de esta edad su fertilidad empieza a caer en picado, y que casi sin darse cuenta pueden llegar al punto de agotar su reserva ovárica sin haber podido ser madres con sus propios óvulos antes de llegar a esta situación.
“Probablemente, si mi ginecólogo no me hubiera hablado de la vitrificación, yo jamás hubiera barajado esta posibilidad… En una visita rutinaria, después de la exploración, mi gine me preguntó si pensaba ser madre a corto plazo, y yo le hablé de mi idea de postergar la maternidad en pro de mi actual situación laboral. Él me explicó cómo oscilaba la curva de la fertilidad en la mujer, por lo que me recomendó un tratamiento de preservación de mi fertilidad que consistía en vitrificar mis óvulos para ser madre en un futuro sin que ello me obligara a hacer uso de unos óvulos más jóvenes, procedentes de una donante. Ni me lo pensé. Al poco tiempo tenía 12 óvulos vitrificados, de los que podría hacer uso cuando quisiera sin que su calidad se viera perjudicada”, añade Elena.
La vitrificación es una alternativa ideal de prevención reproductiva. Esta técnica permite almacenar los óvulos a una temperatura de -196ºC, con lo que se evita la formación de cristales que la congelación tradicional generaba, y que en muchas ocasiones acababa dañando el óvulo. Gracias a la vitrificación, las mujeres pueden ser madres cuando decidan que es su mejor momento y hacer uso de sus óvulos, con la misma edad que en el momento de su preservación.
“Hace poco más de una año, mi pareja y yo empezamos a intentar el embarazo de forma natural. No hubo suerte. Pero gracias a que 4 años antes había optado por la preservación de mi fertilidad, de uno de mis óvulos vitrificados y fecundados posteriormente con el semen de mi marido nació Luis. Hoy es el niño de nuestros ojos, y no me imagino mi vida sin él”, comenta esta valenciana.
Si quieres ser madre con tus propios óvulos, pero no ahora, congela tu tiempo y únete a nuestra iniciativa: #yodecidocuando
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