Hoy queremos compartir con vosotr@s una carta muy especial, escrita por una paciente de Ovodonación. En ella se plasman los sentimientos más puros de una mujer con un sueño y muchas dificultades y miedos para hacerlo realidad. Una luchadora que hoy disfruta del mejor de los regalos, su bebé:
Tengo un hijo precioso, su sonrisa ilumina mi alma, sus caricias son mi consuelo, su existencia, mi felicidad. He querido empezar por el final porque el final es mi principio. Desnudar el alma es complicado. Supone hacer llegar la luz a rincones que mantenemos a oscuras porque recordar su existencia nos hace mucho daño. Estas palabras que ahora escribo son para mí un bálsamo y me gustaría que también lo fueran para todas aquellas personas que ahora están donde yo estuve.
La primera piedra del camino
Hacía frío, era una tarde gélida de diciembre. Arropados por nuestra ignorancia y nuestra ilusión, fuimos a recoger los resultados de las últimas pruebas médicas. El resumen de lo que allí nos contaron es muy similar al que algún día han escuchado y sufrido tantas y tantas parejas, poco importa el motivo cuando la realidad es la misma: la dificultad para ser padres.
Salí a la calle desconcertada, desorientada, siendo la maldita protagonista de una película que me negaba a protagonizar. Aquel abismo que se abría ante mis ojos era desconocido, frío, como una realidad que aún no era mía. Tardaría muchos meses en aceptar que aquella era mi nueva vida, mi nueva y dolorosa verdad.
Sin haberme parado a pensar en todo lo que suponía aquello decidí ponerle solución. Llegó entonces el primero de los intentos. La primera opción, muy muy complicada fue intentarlo con mis propios óvulos. ¡Estábamos tan ilusionados! Sabía que iba a ser difícil, pero me encontraba fuerte, aunque no lo suficiente. Cuando supimos que el primer tratamiento no había salido bien me hundí, más de lo que jamás podría imaginar.
Fue una decepción tan grande que actuaba sin dolor, ajena a mis propios sentimientos, sin aceptar que necesitaba madurar todo lo que me había ocurrido desde que supe que iba a ser muy complicado ser madre.
Dicen que el cuerpo es sabio, pero el alma lo es todavía más. En esos primeros meses después del primer tratamiento actué de forma casi matemática, con la frialdad de alguien que cura un dolor que le es ajeno y cuando menos lo esperaba me derrumbé. Me caí, sin red, y salieron a flote toda la pena y toda la rabia que, sin saberlo, llevaba meses guardando en uno de esos rincones sin luz que todos tenemos dentro.
Primero llegó la rabia, el odio, la rebeldía, los pensamientos dañinos, que no me llevaban a ninguna parte, solo a hacerme aún más daño, que me causaban un dolor intenso y paralizante. Luego llegaron las lágrimas, un mar de lágrimas que lo inundó todo: mi propio yo, mi vida en pareja, mi familia, mi trabajo, mis amigos…Construí con la sal de esas lágrimas un caparazón, una concha dura y amarga que me fue aislando de todo y de todos. Estaba bien ahí, no quería salir, porque pensar en lo que había fuera me hacía vulnerable, me había conformado con mi triste verdad. Aceptaría no tener hijos porque no me veía con fuerzas para volver a intentarlo y que saliera mal. Daba igual, ya todo me daba igual.
Pero el ser humano es grande, muy grande. Como un náufrago que se ahoga y se va hundiendo en el mar, yo toqué fondo y al hacerlo, cogí impulso y volví poco a poco a la superficie. No estaba sola, nunca lo estuve: tenía a mi pareja, mi amor; a mi familia y a mis tres mosqueteros. Todos ellos, cada uno en su medida, han hecho posible que hoy me atreva a escribir estas letras. Entonces me di cuenta, el fondo de aquel mar no era mi sitio, no me gustaba estar allí. Rompí mi caparazón y comencé un nuevo camino porque supe que el que había tomado antes no tenía salida.
Un rayo de luz
El primer paso que di para abandonar mi cueva fue aceptar ayuda, comprender que sola no podía con lo que me estaba ocurriendo. Eso, para una perfeccionista enfermiza no fue nada fácil. No podía entender cómo a alguien como yo, que siempre ha vencido los retos que la vida me ha ido poniendo, le costara tanto superar lo que ahora me ocurría: no podría tener un hijo con mis óvulos, necesitaría recurrir a la donación.
Me llevó varios meses acudir a la consulta de la psicóloga (mi ángel de la guarda), llamé a su puerta tras entender que nadie podría ayudarme, ni mi marido, ni mi familia, ni mis amigos, porque aquella realidad donde yo estaba era ajena a todos ellos; porque en el punto en el que me encontraba necesitaba una mano experta que me enseñara a andar por mi nuevo camino.
Estar sentada allí nunca fue sencillo. En aquellas charlas me desahogaba, lloraba, me enfadaba con la vida, me asaltaban mil preguntas, aparentaba que ya lo entendía todo, me rendía y volvía a enfadarme,…un torbellino de sentimientos que poco a poco fueron poniéndose en su sitio, igual que llega la calma después de un temporal. Igual que el cuerpo se apacigua después de un gran esfuerzo.
El sosiego fue acercándose y acarició mi alma por primera vez cuando conseguí pensar en mi realidad de otro modo: no había nada vergonzoso en lo que me ocurría. No había derrota, ni culpa, ni inferioridad, no sería una madre de segunda porque aceptase el óvulo de otra chica. Había enfocado mal mi situación, ese fue mi gran error. Yo era una mujer con muchas ganas de querer, de amar a un hijo que aún no había llegado (resulta complicado comprender que somos capaces de amar a quien todavía no existe, pero es así). Yo solo quería querer, quererle. Entonces comprendí que amar es algo tan grande, tan inmenso, tan difícil de explicar que nada tiene que ver con la genética, con la sangre, ni tan siquiera con engendrar o parir a un hijo. Amar es dar y vivir con la felicidad del otro y para eso no hay leyes, ni guiones que cumplir, ni caminos obligados que recorrer…solo hay que amar. Yo llegaría a mi hijo con la donación de otra mujer y eso para mí era un regalo. Cuando comprendí que la donación era una oportunidad y no una solución de segunda clase comencé a vivir, respiré hondo y supe, entonces de verdad supe, que ya estaba preparada.
Desde la distancia y la felicidad de ver a mi hijo en la cuna, revisar lo que entonces sentí es raro, muy raro, porque ahora nada importan aquellas dudas, aquellas inseguridades, aquellas cuestiones que parecían sin respuesta. Ya no tienen el peso que entonces creí.
Ahora, con los ojos de mi hijo mirándome, con su mano en mi pecho o acariciando mi cara; ahora escuchando su respiración mientras duerme, consolando su llanto, nada importa. Mi hijo es mío. Tan mío que míos son sus dolores, sus desvelos, sus risas y su llanto; míos serán sus temores, sus ilusiones, sus preocupaciones, su primer amor y sus desengaños. Es mía su felicidad y mío el inmenso e inexplicable placer de acompañarle en la vida. Porque ser madre, ser padres es eso: enseñar a vivir, a disfrutar de los momentos buenos, a saber llevar los malos; ser madre es solo SER, no implica ningún verbo más.
Como dije al principio, estas palabras nacen del corazón, con la intención de poder ayudar a quien está como yo estuve. Llegar hasta aquí no ha sido fácil, pero he llegado, hemos llegado, porque este camino no lo he recorrido sola. He contado con mi gran amor, mi apoyo, quien ha escuchado mis dudas, mis llantos, mis temores más dolorosos, la persona más generosa que conozco, que aceptó y respetó siempre todas mis decisiones. Mi madre, mi consejera, me arropó con su amor y con su fe. Ahí han estado mis mosqueteros, mi querido Pedro, el faro que nos iluminó en un mar tan grande y tan desconocido, mi amigo, mi confidente, esa mano que siempre estuvo y que siempre está; Manuel, un gran hombre sabio, sensible, comprensivo, que mantuvo la esperanza en todo momento; María del Mar, ella me enseñó a caminar de nuevo, ha sido mi sosiego, la paz, la calma, mi maestra.
Todos me han respetado, han sabido que tendría que recorrer este camino a mi ritmo. A todos ellos, muchas gracias.
33 comentarios
Querida compatriota:
No sabes cuanto te entiendo. Tengo 43, estoy en tu misma situación, una inseminación fallida, años tratando de embarazarme, hasta que un examen confirmo que no tengo reserva ovárica suficiente para engendrar un bebé. La única opción que nos dio el doctor de Clínica Las Condes es ovodonación y al momento de hacer el presupuesto, las ilusiones se derrumbaron. En Chile existe un programa de fertilización asistida, pero un nuestro caso, el estado no cubre la ovodonación y con todo lo que he leído, existimos muchas mujeres chilenas con este problema, pero no es un punto importante para la medicina chilena. Solo nos resta endeudarnos para poder cumplir este anhelo hermoso de poder tener a un hijo y entregarles todo ese amor guardado en nuestro ser. Un abrazo y muchas bendiciones para ti y tu pareja.
Hola me encanto muchisimo tu carta es por lo que todas pasmos este viaje de ser mamá
Yo empecé sola este recorrido y búsqueda de ser mamá…. al principio no dije nada a nadie por que tenia miedo que me jusguen por mi decisión que había tomado yo sola… hasta que al final logré empezar con el tratamiento para ese entonces ya habia pasado los 40…. y averiguando con la obra social hasta que edad me cubria el tratamiento era hasta los 45…. empecé primero conmigo para ver si tenia mis propios óvulos edtaba feliz orgullosa de mi por intentar de hacer esto…. hasta que llegó el día ese tan esperado y solo obtuve un solo óvulo del cual no tenia la fuerza que necesitaba para que sea un positivo ,cuando me dieron esa mala noticia me sentí muy triste ,enojada ,etc ,etc …. después de un tiempo volvi al medico y pregunte ahora que pasa si mis óvulos no tienen la fuerza suficinte…la medica me dijo podes intentar con la ovodonacion que es eso es una chica que solo dona sus ovulos mas jovenes para mujeres que quieren ser madres .. acepté de intentar otra vez. Dentro de poco sabre si mi dia llegará para ser mamá. Cuando lo sepa lo comunicare. Besos y abrazoz.
Muchas gracias por compartir tu historia Eli!
Hola soy patricia de chile
mi pregunta es les diremos algun dia a nuestros hijos la verdad .o callaria para siempre.
Hola a todas. Tengo 44 años. Hice 4 tratamientos, en total 8 embriones, primer tratamiento a los 43, hice unos estudios por mi edad y ningún embrión era viable para transferir. Historia aparte, mi esposo (nos casamos en septiembre 2020) es mi pareja desde que tengo 35 años. Yo quería embarazarme pero el quería casarse. Todo se postergó por una cosa o la otra y al principio el evitaba el embarazo y luego yo. Pero por supuesto lo culpo a él. El 26 de noviembre pasado la doc me da la noticia que todos los embriones que venía juntando eran inviables. Ya tengo un hijo de 18 años, pero siempre, siempre, siempre quise mil hijos. En fin, escuchar que tengo casi menos que 2 por ciento de probabilidades de éxito si sigo intentando con mis óvulos (que tengo muchos, pero ya viejitos) fue peor que haber escuchado que tengo alguna enfermedad seria. Fue lo peor. Nunca consideré esa posibilidad. Mi esposo tiene 60, y no es por su edad, él está perfecto, es por la mía. Lo cual considero muy injusto, siendo que era él quien no quería embarazo a menos que nos casaramos. No tengo problemas con él para nada, es super bueno y me acompaña en todo, pero no creo que entienda lo que me pasa. Para él es solo una célula, el ovulo donado, para mi es toda mi familia, toda mi genética, y no es porque me crea mejor que nadie, es simplemente porque esperaba ver en mi hijo o hija algo de mi madre, padre, hermanos, etc. Este año 2020 fue para mí el peor año de mi vida, toda mi vida giraba en torno a ese deseo, de tener mi bebé o dos, o tres! pero MIOS. DE MI. Aún estoy en la etapa en que no lo acepto. Leí más arriba a una chica que decía que se dedicaría a su trabajo y se olvidaría de la maternidad. Ojalá pudiera. Estoy en una encrucijada donde no puedo aceptar aún la ovodonación (y encima hay que ver si prende, porque no es tan simple tampoco) y no puedo resignarme a perder mi carga genética, al mismo tiempo que el tengo un tren bala pisandome los talones porque a mis 44 y en mayo 45, todo se complicaría aún más. Y paradójicamente (esto no se lo conté a nadie) me enoja que tenga carga genética de mi esposo y no mía cuando era él quien priorizaba un matrimonio por sobre un bebé. Estoy enojada, triste, confundida, siento que caigo en un abismo de emociones, me siento acorralada y me siento muerta. No llego a ver todo lo positivo que SE que tiene la ovodonación. Todo lo que leí al respecto son cosas positivas. Estoy segura que yo misma si tuviera un bebé o encontrara en una cajita de zapatos, lo amaría como a mi hijo de 18. Pero saber que no puedo tener uno de mis óvulos es un tema serio para mí. Quizás sea egoista y egolatra, no lo sé. Hay otra cuestión que me preocupa, también leí que uno los ama antes de nacer, yo los amo tanto (suponiendo que sean 2) que temo no poder ayudarlos si quieren saber quien fue la ovodonante. Soy de Argentina, y leí que en Argentina y España la donación es anonima, en cambio en EEUU y en el Reino Unido por ejemplo, la donación no es anónima. Lo aconsejable es que los chicos lo tomen con naturalidad y sepan como fue su origen, perfecto. Ahora, si ellos quisieran saber más, porque no decirselos, es hasta cruel, me parece. Creo que es una cuestión muy importante para los chicos nacidos por esperma u ovodonación, al menos para mí lo sería. Tener la posibilidad de saber quien contribuyó a mi venida a este mundo. Es una bebé que desarrollará plena conciencia y se preguntará por su identidad, y leí mucho mucho mucho, pero no leí mucho sobre este aspecto. Para mí, es fundamental saber o tener la posibilidad de investigar sobre tus orígenes en caso que así uno lo requiera. Es contradictorio que los psicólogos aconsejen tomar con naturalidad su origen para que la legislación actual se los prohíba…y en pos de la «protección» del niño? Ocultar no es proteger.
Escribí mucho, muchas gracias por leer, me sirvió cada uno de sus comentarios, me animó a escupir todo eso, es en lo único que pienso todo el día. Es una tortura. Pienso muy rara vez que debería abandonar todo, por lo menos ya tengo un hijo, pero como leí también más arriba, que pasa si dejo todo acá y en 10 años me arrepiento de no haber intentado con ovodonación? y en ese momento digo, no, no, no sería mío, y así. Todo el día. Un tormento. Les deseo paz a todas para donde sea que agarren camino. Saludos cordiales.