Hoy queremos hablar de Clara y Sandra, dos nombres ficticios que encarnan la historia de cientos de mujeres que optan por un tratamiento de donación de óvulos desde dos perspectivas muy diferentes.
Clara, movida por la ilusión de ayudar a una mujer que lo necesitaba, decidió donar sus óvulos. Es difícil creer que exista el altruismo en su más puro estado, pero a veces nos empeñamos en buscar dobles intenciones a las acciones de las personas, cuando la razón que les mueve a actuar de determinada forma es la más sencilla, la más bella:
“Hace unos años, en una de esas enriquecedoras charlas madre e hija, mi madre me confesó algo que desconocía y que cambió totalmente mi manera de ver las cosas. Me reveló una frustración que marcó sus 4 primeros años de matrimonio: la dificultad para conseguir un embarazo. Sí, así fue… Aunque me costara creerlo, tardé 4 largos años en llegar a la vida de mis padres, por lo que cuando nací traje toda la alegría que habían ido perdiendo mes tras mes, año tras año, con cada intento fallido.
En ese momento, al ver cómo después de casi 26 años mi madre seguía emocionándose al recordarlo, entendí lo duro que debe ser perseguir el sueño de ser madre con todas tus fuerzas y no alcanzarlo. En ese momento vi la valentía, la fuerza y la perseverancia de una mujer que había luchado por una ilusión que afortunadamente tenía final feliz. Y me vino a la cabeza un pensamiento: ¿Y aquellas que no lo consigan? ¿Qué hay de aquellas mujeres que sienten una y otra vez la decepción de un negativo? Fue ahí cuanto sentí que debía hacer algo.
Busqué en internet clínicas de reproducción asistida y me topé con IVI. Y todo lo demás os lo podéis imaginar…
Cuando todo acabó me sentía realizada, feliz. Sentía que había hecho algo bueno, y eso es lo que hace que la vida merezca la pena.
Sé que solo con mis óvulos no se van a conseguir todos los bebés que hacen falta para aquellas mujeres cuyos gametos no son de calidad, pero siempre pienso en una frase de Gandhi que da sentido a este tipo de gestos: Sé el cambio que quieras ver en el mundo”.
Clara y Sandra nunca se conocerán, pero Sandra pudo hacer realidad su sueño de ser madre gracias a uno de los óvulos de Clara.
“Desde que tenía 6 años quería ser madre. Siempre meciendo a mis muñecos, cuidando a niños en mi adolescencia, y más tarde a los peques que han ido sumándose a nuestra amplia familia. Pero seguía palpitando en mí un deseo que debía cumplir: el de ser madre. En mi caso era algo vocacional. De hecho, tomé la decisión de ser madre sola después de varios desengaños amorosos, ya que no me plantee en ningún momento renunciar a mi gran ilusión por no tener una pareja estable.
Tenía 37 años, me veía fuerte y decidida, así que acudí a IVI para que me ayudaran a lograr mi ansiado embarazo.
Desgraciadamente fue más complicado de lo que esperaba, y después de varios tratamientos de Fecundación in Vitro con mis propios óvulos sin resultado, opté por la ovodonación.
No sé quién es ella, pero me ha hecho el mejor regalo de mi vida, y sé que mil “gracias” no serían suficientes. Desconozco la razón por la que decidió donar sus óvulos, pero esa decisión ha dado sentido a mi ser. Hoy tengo en mis brazos a Julia, la luz de mis ojos, y esté donde esté y sea quien sea el ángel que me dio lo que más necesitaba, le estaré eternamente agradecida”.
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Cada día deseo para mi donante que:
1) le toque la lotería
2) se enamore/case/líe con un guaperas extremo nivel Velencoso
3) viaje a sus paraísos soñados,
4) viva saciada de placeres, en una ola de hedonismo perpetuo
en suma, sea una millonésima parte de feliz de lo que yo fui en ese segundo infinito en que, llena de sangre, babas y mucosidad caliente y viva, besuquée como loca la carita perfecta de mi recién nacida. Mi princesa ovodonada. Mi hija.