Es indudable el cambio que experimenta la vida de la mujer durante y tras un embarazo. Todas lo comentáis. Pero ahora, un equipo multidisciplinar formado por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), y la clínica IVI de Barcelona, lo ha demostrado. El embarazo modifica el cerebro de la madre con unos cambios destinados a mejorar la capacidad de la madre para proteger y relacionarse con el bebé. La investigación se publica en la prestigiosa revista científica Nature Neuroscience.
La investigación es la primera en mostrar que el embarazo implica cambios que se mantienen a largo plazo –al menos hasta dos años después del parto- en la morfología del cerebro de la madre. “Mediante el análisis de imágenes de resonancia magnética se ha podido observar cómo en las mujeres que han vivido su primer embarazo se reduce el volumen de la materia gris en regiones implicadas en las relaciones sociales. Parte de estas regiones se activan cuando la mujer observa la imagen de su bebé, de manera que probablemente los cambios corresponden a una especialización del cerebro para encarar los retos que supone la maternidad”, explica el Dr. Agustín Ballesteros, director de IVI Barcelona y colaborador en el estudio.
Tras comparar las imágenes de resonancia magnética de los cerebros de mujeres embarazadas y otras que no, se observó como la reducción de materia gris se da en todas las mujeres embarazadas estudiadas y es exclusiva de ellas, lo cual indica que probablemente se trata de un cambio debido a los procesos biológicos del embarazo, y no a los cambios relacionados con el nacimiento del bebé que también pueden experimentar los padres. Así, el estudio ha permitido determinar sin ambigüedad si una mujer de la muestra había estado o no embarazada en función de los cambios en el volumen de estas áreas del cerebro y hasta predecir el grado de vínculo con el bebé después del parto según estos cambios. Y se da de la misma manera en embarazos naturales como por reproducción asistida.
También se ha visto como la pérdida de sustancia gris no implica ningún déficit cognitivo, sino todo lo contrario.
“Se trataría de una reestructuración del cerebro con finalidades adaptativas, con tal de incrementar la sensibilidad de la madre para detectar, por ejemplo, rostros amenazantes o para reconocer más fácilmente el estado emocional de su bebé”, añade el Dr. Ballesteros, quien ha estado acompañado en su colaboración por los doctores Cristina Pozzobon y Florencio Lucco, también de IVI Barcelona.
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